Cuando la joven escritora Erica vuelve a su pueblo natal tras el fallecimiento de sus padres para hacerse cargo de su casa, no se puede ni imaginar que se verá envuelta en la truculenta historia de un crimen cuyos protagonistas son sus propios amigos de la infancia. Unos vecinos acaban de encontrar el cadáver de una de sus amigas de entonces, Alex, quien, según parece, se ha suicidado.
Conmocionada, Erica empieza a investigar y descubre que Alex estaba embarazada; además, la autopsia revela que su amiga no se suicidó sino que fue asesinada. El policía encargado del caso es el detective Patrik Hedström, para quien Erica siente algo más que mero interés profesional.
... el torbellino de sentimientos que luchaban por prevalecer en su pecho la obligaba a revolverse en la cama con una sonrisa pertinaz que le hacía estirar la comisura de los labios. Debería ser delito sentirse así de feliz. La sensación de bienestar era tan intensa que no sabía que hacer consigo misma [...] Todo le parecía estupendo [...] todo le parecía ahora más fácil de sobrellevar. No porque los problemas hubieran desaparecido, sino porque por primera vez tenía el convencimiento de que su mundo no estaba a punto de derbordarse y de que podía enfrentarse a cualquier dificultad que se le presentase en el camino. Y pensar que un solo día, veinticuatro simples horas, pudiese marcar tal diferencia. Ayer, a la misma hora, se despertó con el pecho encogido.
Observó la biblioteca, los libros que cubrían todas las paredes y que ella se había esforzado por reunir, buscando en los anticuarios de Gotemburgo, no servían más que de exposición. Salvo los libros de texto de la Universidad, no recordaba haberla visto leer un libro en su vida. Tal vez Alex tenía suficiente con su propio sufrimiento y no necesitaba leer acerca del ajeno.