jueves, 9 de julio de 2015

Tus diez minutos / Chiara Gamberale


GAMBERALE, C. Tus diez minutos. Barcelona: Espasa, 2015.

Todo aquello con lo que Chiara identificaba su vida, su casa, su columna periodística, su marido, ya no existe. Y no puede llegar a comprenderlo. ¿Cómo aceptar que tu compañero de toda la vida te abandone; que debas dejar la casa en la que has crecido; que tu trabajo pase a hacerlo otra persona? ¿Qué se puede hacer ante esta situación? Su terapeuta lo tiene claro: jugar, y el juego consiste en hacer cada día y durante diez minutos algo que no haya hecho nunca. Así, de diez en diez minutos, comprende cosas que jamás habría imaginado y que la llevarán a tomar decisiones sorprendentes. Con profunda originalidad, Chiara Gamberale nos enseña cómo el cambio, aunque temible, es necesario para avanzar, y demuestra cómo, minuto a minuto, es posible recuperar
las riendas de la propia vida.

Le acaricio la mano. El cabello. Le entran ganas de llorar, pero no puede: la niña la sigue llamando, feliz, agitando el álbum de Dora la Exploradora. Y Gioia tiene que sonreírle, y le sonríe. 
Me gustaría cogerla en brazos, acunarla para que se durmiera, y dormirme yo con ella. 
Me gustaría asegurarle que no hay nada que hacer: en momentos como éste hay que caer con los brazos, las piernas, el corazón, los pulmones. Con todo.
Hay que tocar fondo, hay que pudrirse en ese fondo.
Me gustaría prometerle que ella no lo sabe, no, ahora no se lo puede ni imaginar, pero llegará el día en que descubrirá que ha sobrevivido. 
***
Somos distintos, como decía. Somos muy distintos unos de otros. Leemos por aburrimiento, por curiosidad, para escapar de la vida que llevamos, para mirarla a la cara, para saber, para olvidar, para domesticar a los monstruos que tenemos entre la cabeza y el corazón, para liberarlos.
No nos parecemos en nada aunque tengamos en la mano, adoremos, odiemos y regalemos por Navidad a quien más queramos el mismo libro. 
No nos parecemos en nada.
[...]
Iguales sólo a nosotros mismos, con la esperanza de confiarle a otra historia la nuestra propia. Para perderla, para recuperarla.
Para reparar, de alguna manera, la existencia.