Consejos y experiencias del día a día de un niño, de la mano de una mamá pediatra. Desde su experiencia personal y profesional, la pediatra Amalia Arce nos introduce en el maravilloso pero desconcertante mundo de la crianza. A lo largo de estas páginas, se van desgranando con humor y rigor todos los interrogantes y preocupaciones que surgen cuando se trae un niño al mundo: desde el embarazo hasta el desarrollo del niño, resolviendo dudas frecuentes sobre la alimentación, los cuidados básicos, la conciliación familiar o incluso la elección del pediatra. Además la autora hace un completo repaso por las enfermedades y dolencias más comunes y cómo reaccionar ante ellas. Un libro lleno de consejos profesionales y anécdotas personales para disfrutar de la gran aventura de ser padres.
La primera versión de este libro empezaba hablando del sueño infantil y de las cerca de setecientas horas de tu propio sueño que vas a perder durante el primer año de la vida de tu hijo. Mi editora, con muy buen criterio, ha dejado este artículo para un poco más adelante, ya que introducir el libro con el tema del sueño significaría darte de entrada la peor noticia que conlleva la parentalidad.
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Para mí no hay dudas: a los bebés hay que cogerlos, primero porque lo necesitan y segundo porque así se disfrutan un montón. ¡Y los meses pasan volando! Pronto llegará el día en que el bebé se convierta en un toddler ( término anglosajón que define a los bebés entre el año y los dos años) más interesado en explorar el ambiente que lo rodea y en trepar a los sitios más inaccesibles que en estar en brazos de los padres.
Además, coger al bebé en brazos tiene cuatro beneficios claros: consigue tranquilizarlo en muchos casos, mejora su desarrollo psicomotor, estimula la producción láctea de la madre y refuerza los vínculos paternofiliales.
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... No entiendo a qué se debe este modo de negar que un porcentaje importante de bebés son llorones y altamente demandantes, y que con ellos no puedes ni ducharte, ni comer, ni hablar por teléfono en condiciones. Supongo que las hormonas desempeñan su papel, y el tiempo relativiza los malos momentos.
Sin embargo, aparte de las hormonas, seguramente hay un importante condicionamiento social. Parece que está mejor visto que el bebé no llore, duerma bien y sea un angelito, y que de paso no vomite ni se cague encima. Supongo que todo ello hace que persista la idea romántica de la maternidad, de modo que más de una se pega un buen batacazo apenas unas horas después de parir. Si tu bebé llora pero come, gana peso y se desarrolla con normalidad, no te desesperes. Ni él es anormal ni tú la peor madre del mundo.
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Cuando uno de tus hijos lleva unas cuantas horas llorando, al final pierdes el norte y ves gigantes donde solo hay molinos. Sobre todo si ocurre por la noche, cuando, ya se sabe, todos los gatos son pardos. A diferencia de lo que puede ocurrir a otras edades, el lactante no llora porque sí. Aunque eso no significa que llore porque le sucede algo grave.
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Para mí no hay dudas: a los bebés hay que cogerlos, primero porque lo necesitan y segundo porque así se disfrutan un montón. ¡Y los meses pasan volando! Pronto llegará el día en que el bebé se convierta en un toddler ( término anglosajón que define a los bebés entre el año y los dos años) más interesado en explorar el ambiente que lo rodea y en trepar a los sitios más inaccesibles que en estar en brazos de los padres.
Además, coger al bebé en brazos tiene cuatro beneficios claros: consigue tranquilizarlo en muchos casos, mejora su desarrollo psicomotor, estimula la producción láctea de la madre y refuerza los vínculos paternofiliales.
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... No entiendo a qué se debe este modo de negar que un porcentaje importante de bebés son llorones y altamente demandantes, y que con ellos no puedes ni ducharte, ni comer, ni hablar por teléfono en condiciones. Supongo que las hormonas desempeñan su papel, y el tiempo relativiza los malos momentos.
Sin embargo, aparte de las hormonas, seguramente hay un importante condicionamiento social. Parece que está mejor visto que el bebé no llore, duerma bien y sea un angelito, y que de paso no vomite ni se cague encima. Supongo que todo ello hace que persista la idea romántica de la maternidad, de modo que más de una se pega un buen batacazo apenas unas horas después de parir. Si tu bebé llora pero come, gana peso y se desarrolla con normalidad, no te desesperes. Ni él es anormal ni tú la peor madre del mundo.
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Cuando uno de tus hijos lleva unas cuantas horas llorando, al final pierdes el norte y ves gigantes donde solo hay molinos. Sobre todo si ocurre por la noche, cuando, ya se sabe, todos los gatos son pardos. A diferencia de lo que puede ocurrir a otras edades, el lactante no llora porque sí. Aunque eso no significa que llore porque le sucede algo grave.