lunes, 30 de julio de 2012

Casa de verano con piscina / Herman Koch

KOCH, H. Casa de verano con piscina. Barcelona: Salamandra, 2012
Autor de gran renombre en los Países Bajos —su anterior novela, La cena, fue Libro del Año y ganó el Premio del Público de ese país—, Herman Koch vuelve con otra estimulante historia de suspense donde una trama tejida a la perfección es el soporte para explorar sin ambages temas tan actuales como la ética profesional, la falsedad de las relaciones sociales o la difícil comunicación entre padres e hijos, así como los límites de la libertad sexual o el sentido de culpa en el seno de una sociedad permisiva y autocomplaciente.
Próspero médico de cabecera en Ámsterdam, Marc Schlosser ejerce su profesión con cierta dosis de cinismo. Su nutrida clientela valora especialmente el tiempo que dedica a las consultas, pero esta aparente generosidad esconde unas intenciones menos nobles, que Marc disimula con habilidad. Cuando uno de sus pacientes, el famoso actor Ralph Meier, lo invita a pasar unos días de verano junto a su familia, Marc acepta pese a las reticencias de Caroline, su esposa, molesta por la arrogante vulgaridad de Ralph y su actitud de seductor irresistible. Así, los Schlosser y los Meier, con sus respectivos hijos adolescentes, compartirán con un maduro director de Hollywood y su novia, cuarenta años más joven, una casa con piscina a pocos kilómetros de una playa mediterránea. Los días transcurren con apacible monotonía, entre comidas, paseos, largas conversaciones de sobremesa, excesos con el alcohol y flirteos más o menos inocentes, hasta que una noche se produce un grave incidente que interrumpirá las vacaciones y cambiará para siempre la relación entre las dos familias.

Casa de verano con piscina es una novela apasionante en la que nadie es del todo inocente, ni siquiera quienes parecen más frágiles e inofensivos. Herman Koch logra que el lector quede atrapado ante una incómoda encrucijada moral, que lo mantiene en vilo hasta la última página.

Uno se podría preguntar cómo es posible que en un país tan rico como el nuestro existan las listas de espera. Cuando me lo planteo, siempre me viene a la mente la reserva de gas. Holanda posee uin enorme yacimiento de gas natural [...] Es más que las reservas de petróleo del golfo pérsico. Somos un pais rico [...] y sin embargo aquí sigue muriendo gente porque tuvieron que esperar demasiado tiempo un riñón, mueren recién nacidos porque la ambulancia que ha de llevarlos a toda prisa al hospital se queda atascada en el tráfico, las vidas de las madres corren un grave peligro porque nosotros, los médicos de cabecera, las hemos convencido de que parir en casa es seguro. Cuando en realidad lo que deberíamos decirles es que es más barato, eso es todo; aquí también se aplica lo de que si todas las madres ejerciesen su derecho a parir en un hospital, el sistema se vendría abajo en una semana. Ahora el riesgo de muerte de bebés, o de que sufran daños cerebrales porque en los partos en casa no se puede administrar oxígeno, simplemente forma parte de la ecuación [...] en los Paises Bajos la tasa de mortalidad entre los recién nacidos es la más alta de Europa y del resto del mundo occidental. Pero hasta ahora nadie ha sacado conclusiones de estas cifras.
En realidad un médico de cabecera es impotente ante todo esto. Puede tranquilizar a un paciente. En todo caso, puede conseguir que no acuda al especialista por el momento. Puede convencer a una mujer de que no corre ningún riesgo pariendo en casa, que es todo mucho "más natural", aunque solamente sea más natural en el sentido de que morirse también es natural. 
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[...] allí estaba yo, con mi hija de trece años, prueba fehaciente de que aquel hombre tan gracioso (yo) había sido capaz de concebir una hija. Y no una hija cualquiera, sino un verdadero bellezón [...] me encanta estar con mis hijas en lugares en que todo el mundo puede vernos juntos. [...] La gente nos mira. Veo cómo nos miran. También veo qué piensan. "Madre mía, qué bien le han salido esas niñas! -se dicen-, pero ¡qué guapas son!" Al instante siguiente piensan en sus propios hijos que no han salido tan guapos. Se ponen celosos [...] A los niños feos también se les quiere con toda el alma, pero es distinto. Eres feliz con tu casa en el tercer piso y vistas al tragaluz, y entonces van y te invitan a cenar en una casa con piscina en el jardín.

martes, 24 de julio de 2012

La sonrisa etrusca / José Luis Sampedro

SAMPEDRO, J.L. La sonrisa etrusca. Madrid: Alfaguara, 1991.
Un viejo campesino calabrés llega a casa de sus hijos en Milán para hacerse una revisión médica. Allí descubre su último amor, una criatura en la que volcar toda su ternura: su nieto, que se llama Bruno, como a él le llamaron sus camaradas partisanos. También allí vive su última pasión: un amor que cubre con su luz los últimos momentos de una vida que, en su acabamiento, puede sentir su propia plenitud.
Una historia universal que en manos de José Luis Sampedro se transforma en un libro inolvidable que ofrece un conocimiento profundo y verdadero del alma humana. La sonrisa etrusca es, como todas las novelas de Sampedro, un libro inolvidable.
A solas con Renato desayunándose, mientras Andrea se duchaba, le preguntó por qué no dormía el niño con ellos, como han dormido toda la vida. Renato sonrió, condescendiente:
-Ahora se les empieza a educar más pronto. Deben dormir solos en cuanto llegan a esa edad, padre. Para que no tengan complejos.
-¿Complejos? ¿Y eso qué es? ¿Algo contagioso de los mayores?
Renato, piadosamente, conserva su serieda y se explica en palabras sencillas, al alcance de un campesino. En suma, hay que evitar su excesiva dependencia de los padres. El viejo le mira fijamente:
- ¿De quién van a depender entonces? ¡ Si todacía no anda, no habla, no se puede valer!
- De los padres, claro. Pero sin exagerar... Vamos, no se preocupe, padre; el niño está atendido como es debido, lo hemos estudiado bien Andrea y yo. 
- Ya... En ese libro, claro.
- Por supesto. Y sobre todo, guiados por el médico... Es asi, padre; no hay que provocar demasiado cariño a esa edad.
El viejo calla, ¿Cariño a medias? ¿Qué cariño es ese? ¿Controlado, reservándose?... No estalla porque, después de todo, ellos son los padres.
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... aumenta su miedo a que acaben estropeando al niño esos libros y esos médicos que mandan desterrarlo por la noche, dejándole indefenso ante malos sueños, accidentes y potencias enemigas... "como siga progresando esa gente acabará decidiendo que el hombre y la mujer duerman aparte, para no cogerse cariño..."
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¡Déjate llevar por mí, niñito mío! ¡Yo te pondré en la buena senda para escalar la vida, que es dura como la montaña, pero te llena el corazón cuando estás en lo alto!


miércoles, 11 de julio de 2012

Con el agua al cuello / Petros Márkaris


MÁRKARIS, P. Con el agua al cuello. Barcelona: Tusquets, 2011.


Un caluroso domingo del verano de 2010, el comisario Jaritos asiste a la boda de su hija Katerina, esta vez por la Iglesia y con fanfarria musical. Al día siguiente, poco después de llegar a Jefatura, le informan del asesinato de Nikitas Zisimópulos, antiguo director de banco, degollado con un arma cortante. El macabro homicidio coincide con una campaña que alguien, amparándose en el anonimato, ha emprendido contra los bancos, animando a los ciudadanos a que boicoteen a las entidades financieras y no paguen sus deudas e hipotecas. Lo cierto es que Grecia, al borde de la bancarrota, pasa por un momento muy crítico, y la población no duda en salir a la calle para quejarse de los recortes en sueldos y pensiones. Para colmo, Stazakos, el jefe de la Brigada Antiterrorista, sostiene que el asesinato de Zisimópulos podría ser obra de terroristas. Jaritos, en desacuerdo con esa hipótesis, tendrá que apañárselas con sus dos ayudantes para enfrentarse a un asesino cuyos crímenes apenas acaban de empezar.


-A doscientos metros, gire a la derecha -dice la voz femenina del GPS. Paso de todo y sigo recto.[...]
-Nuevo trazado de itinerario. A cincuenta metros, gire a la izquierda. - Paso de ella otra vez y sigo adelante. [...]
-Nuevo trazado de itinerario. A cien metros, gire a la izquierda. - No hago caso y sigo recto.
-¡Por el amor de Dios! ¿Por qué llevas ese rollos puesto si no le haces ni caso? Me tiene mareada -se indigna mi mujer.
-No lo necesito, sé por dónde ir.
-¿Y por qué no lo apagas?
Acerco el Seat a la acera y apago el motor.
-Para alimentar mi ego -contesto.
-¿Qué quieres decir?
- Me paso el día escuchando las sandeces de los demás. Cuando no son órdenes de Guikas, son las del Ministro. Esta voz es la única que me manda cosas y yo puedo pasar olímpicamente. Me levanta el ánimo. Los que están un poco quemados en u puesto de trabajo necesitan un GPS para desobedecerlo. ¿Ahora lo entiendes?
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-Dime una cosa: ¡¿se han vuelto locos?! -pregunta fuera de sí.
Me pilla desprevenido.
-¿De quién hablas?
- De esos que os han cargado con cinco años laborables más. No entiendo cómo os resignáis sin hacer nada.
- ¿Qué quieres que hagamos? Somos policías. No podemos salir la mitad de nosotros a la calle a romper escaparates mientras la otra mitad se dedica a perseguirnos y detenernos.
-Lo que podéis hacer, yo no lo sé, pero recuerda el viejo dicho: los primeros ochenta años son los difíciles, después te mueres y te quedas muy tranquilo. Pues bien, ahora los primeros ochenta años no sólo son difíciles, sino que, a este paso, pronto serán todos laborables.
- ¿Tienes tú una solución mejor?
-Si. Que reduzcan la población del país a la mitad. Quedaremos cinco millones y medio de habitantes, y los gastos se reducirán también a la mitad. Los franceses echan a los gitanos rumanos, ¿no?
-Si echamos a la mitad de la población, no sólo se reducirán los gastos, sino también los ingresos, ¿no te das cuenta?
-Claro que si. Que expulsen a los que deben los veinticuatro mil millones en impuestos. De todas formas, el Estado no cobrará esos impuestos ni en los próximos ochenta años laborables. Que se queden sólo los idiotas que pagan sus impuestos. Los gastos y la corrupción se reducirán con la marcha de los evasores de impuestos, pero los ingresos no mermarán, porque los idiotas que pagan seguirán aquí.
La miro asombrado.
-¿Cuándo te licenciaste en ciencias económicas?
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