sábado, 21 de abril de 2012

El primer trago de cerveza y otros pequeños placeres de la vida / Philippe Delerm

Delerm, P. El primer trago de cerveza y otros pequeños placeres de la vida. Barcelona: Tusquets, 1998
Nada hacía pensar que El primer trago de cerveza, un libro considerado en principio «minoritario», destinado a críticos exigentes y a un público selecto, que salió a la calle humildemente en la primavera de 1997, sin estudios de mercado ni publicidad, pudiera convertirse en todo un acontecimiento literario en Francia a las pocas semanas de ser publicado y que permanecería por más de un año entre los tres primeros libros más vendidos. De la noche a la mañana, toda Francia pasó a disfrutar de los pequeños placeres y a compartir con Philippe Delerm su especial concepción de la vida.
El primer trago de cerveza es la narración breve, exquisita, de esas situaciones, comunes a todos, que, en los tiempos ajetreados en que vivimos, se deslizan sin que les prestemos atención y que, en cambio, encierran el germen del buen vivir. A Philippe Delerm, al parecer, no se le escapa una sola oportunidad de aprovechar esos momentos, y al hacerlo, incita al lector a reconocer en sí mismo cuáles son sus propios instantes de gozo. Si, por ejemplo, en una luminosa y fría mañana de invierno, a alguien le llena de placer salir a comprar croissants recién hechos, es muy probable que otros descubran que, en cambio, con lo que más disfrutan es con «el indecente placer de saborear un banana-split». ¡Tantos instantes, tantas pequeñas historias, tantos minusculos placeres, al alcance de todos y que, sin embargo, nos parecen tan ajenos!

No es tan fácil leer en la playa. Tumbado boca arriba, es casi imposible. El sol deslumbra, hay que sostener el libro muy alto encima de la cara. Se aguanta unos minutos y luego uno se vuelve. De lado, apoyado en un codo, con la mano pegada a la sien, sosteniendo el libro con la otra mano, pasando páginas, resulta también bastante incómodo. Se termina boca abajo, con los dos brazos doblados hacia delante. A ras de suelo, corre siempre un poco de viento. Los cristalillos micáceos se cuelan entre las tapas.

Lo importante no es lo que decimos, sino lo que oímos. Es increíble hasta qué punto la voz sola puede decirnos cosas de una persona querida -de su tristeza, su fatiga, su fragilidad, su vitalidad, su alegría. Sin gestos, desaparece el pudor, sobreviene la transparencia. 

jueves, 19 de abril de 2012

Estrategias para padres desesperados: El llanto / Michelle Kennedy

Kennedy, M. Estrategias para padres desesperados: El llanto. Barcelona: Océano, 2003

Cuando la paciencia se acaba... ¡Soluciones para controlar la situación!
Aprender a descifrar el llanto de un bebé puede llevar su tiempo. ¿Llora de hambre, de cansacio? Así que, ¿por qué no aprovechar la experiencia de otros padres y hacer tu debut en "el mundo de los bebés" un poco más sencillo?
Este práctico manual (de una colección de cuatro) te ayudará a comprender a tu pequeño llorón. Con los últimos consejos para solucionar cualquier contratiempo, desde los problemas con los dientes hasta la guerra con los pañales, la información proviene de mamás y papás que han pasado por tu situación.

Ser padres es un trabajo a jornada completa, siempre se te reclama y no tienes ningún sindicato que vele por ti.


viernes, 13 de abril de 2012

El secreto de tener bebés tranquilos y felices / Tracy Hogg y Melinda Blau

Hogg, Tracy; Blau, Melinda. El secreto de tener bebés tranquilos y felices: aprende a calmar a tu bebé y a comunicarte con él. Barcelona: RBA, 2001
Para muchos padres primerizos, la información que aportan parientes y amigos sólo genera confusión. Tracy Hogg recomienda aquí un programa estructurado para encontrar un ritmo de vida que beneficie tanto al bebé como a los padres. Gracias a veinte años de experiencia cuidando bebés, Tracy posee el don de comprender todos los llantos y arrullos de los pequeños. Es capaz de descubrir enseguida si un bebé tiene hambre, está cansado, si le duele algo sólo quiere compañía. A través de estas líneas, Tracy Hogg, con una gran dosis de sentido común, propone un programa simple y asequible para aprender a comunicarse con el bebé.
 
En una habitación llena de madres, incluso si ninguno de los bebés llora, resulta fácil reconocer a la madre de un bebé que tiene un cólico; es la que tiene un aspecto más cansado.
 
Aquella primera noche se despertó llorando exactamente a la una de la madrugada. Cuando entré en su habitación, ya estaba de pie. Lo volví a tumbar con suavidad. Para no estimularlo, no dije ni una palabra ni lo miré a los ojos. A los pocos minutos volvió a alborotar y a levantarse, y así continuó la cosa. Lloraba, se ponía de pie, y yo lo tumbaba. Después de repetir este baile cuarenta y tres veces estaba derrengado y finalmente se durmió. A las cuatro, volvió a llorar: Spencer era como un reloj. Y de nuevo lo metí en la cama. Esta vez el pequeño tentempie se levantó sólo veintiuna veces. (Si, cariño, cuando hago esto, cuento las veces que ocurre [...] Con algunos bebés, he tenido que llegar hasta cien.
A la mañana siguiente, cuando expliqué a [los padres] lo que había ocurrido, el padre se mostró escéptico: "esto no funcionará, Tracy. Él no va a hacer eso por nosotros". Le guiñé un ojo, asentí y prometí que me quedaría las dos noches siguientes. "Lo creáis o no, ya hemos pasado lo peor".
La segunda noche, sólo tuve que volver a tumbar a Specen seis veces para que se durmiera. A las dos de la madrugada, cuando se removió, entré en su habitación y, en cuanto empezó a levantar los hombros del colchón, volví a tumbarlo. Sólo tuve que hacerlo cinco veces, tras lo cual se durmió hasta las 6h45 de la mañana, algo que nunca había hecho. La noche siguiente, Spencer se agitó a las cuatro pero no se levantó, y se durmió hasta las siete. Desde entonces ha continuado durmiendo doce horas de un tirón por la noche. [Los padres] han recuperado su vida.
 

Las huellas imborrables / Camilla Läckberg

Läckberg, Camilla. Las huellas imborrables. Madrid: Maeva, 2011

El verano llega a su fin y la escritora Erica Falck vuelve al trabajo tras la baja de maternidad. Ahora le toca a su compañero, el comisario Patrik Hedström, tomarse un tiempo libre para ocuparse de la pequeña Maja. Pero el crimen no descansa nunca, ni siquiera en la tranquila ciudad de Fjällbacka, y cuando dos adolescentes descubren el cadáver de Erik Frankel, Patrik compaginará el cuidado de su hija con su interés por el asesinato de este historiador especializado en la Segunda Guerra Mundial.

Mientras tanto, Erika hace un sorprendente hallazgo: los diarios de su madre Elsy, con quien tuvo una relación difícil, junto con una antigua medalla nazi. Pero lo más inquietante es que, poco antes de la muerte del historiador, Erika había ido a su casa para obtener más información sobre la medalla. ¿Es posible que su visita desencadenara los acontecimientos que condujeron a su muerte?

No iba maquillada, era de facciones bonitas, pero tenía aspecto de estar... algo cansada... Por la vida de ama de casa con niños pequeños, pensó Erica diciéndose que tampoco ella habría superado una inspección minuciosa antes de conseguir que Maja durmiese bien por las noches.

En la biblioteca el ambiente era tan apacible como de costumbre. Había pasado allí muchas horas: las bibliotecas tenían algo que le infundía una sensación de infinita satisfacción.

Volvió la cabeza y observó su perfil mientras ella miraba abstraída por la ventana. De repente, tomó conciencia de hasta qué punto la quería. Resultaba tan fácil olvidarlo... Resultaba tan fácil que la vida y el día a día rodasen sin parar, el trabajo, las tareas domésticas y... los días, pasando uno tras otro. Pero había momentos como aquel, en los que sentía con una fuerza aterradora hasta qué punto estaban unidos. Y cómo adoraba despertar a su lado cada mañana.

No pudo evitar sentir cierta fascinación por cuanto estaba sucediendo ante su vista. Claro qu él sabía que lo de traer niños al mundo era un proceso doloroso, pero jamás tuvo conciencia del esfuerzo hercúleo que exigía y, por primera vez en su vida, sintió un profundo respeto por el sexo femenino. Él jamás habría superado aquello, de eso estaba convencido. [...] La matrona tenía razón. Dos contracciones más tarde se deslizó hacia el exterior un bebé que colocaron enseguida en la barriga de Johanna. Melberg estaba fascinado y con los ojos como platos. Claro que él conocía la teoría, pero verlo en vivo... Ver que salía un niño, que movía los brazos y los pies y que protestaba llorando o moviendo la cabeza en torno al pecho de Johanna.