lunes, 3 de febrero de 2014

El guardián invisible / Dolores Redondo

el guardian invisible-dolores redondo-9788423341986REDONDO, D. El guardián invisible. Barcelona: Destino, 2013

«Ainhoa Elizasu fue la segunda víctima del basajaun, aunque entonces la prensa todavía no lo llamaba así. Fue un poco más tarde cuando trascendió que alrededor de los cadáveres aparecían pelos de animal, restos de piel y rastros dudosamente humanos, unidos a una especie de fúnebre ceremonia de purificación. Una fuerza maligna, telúrica y ancestral parecía haber marcado los cuerpos de aquellas casi niñas con la ropa rasgada, el vello púbico rasurado y las manos dispuestas en actitud virginal.»

En los márgenes del río Baztán, en el valle de Navarra, aparece el cuerpo desnudo de una adolescente en unas circunstancias que lo ponen en relación con un asesinato ocurrido en los alrededores un mes atrás. La inspectora de la sección de homicidios de la Policía Foral, Amaia Salazar, será la encargada de dirigir una investigación que la llevará devuelta a Elizondo, una pequeña población de donde es originaria y de la que ha tratado de huir toda su vida. Enfrentada con las cada vez más complicadas derivaciones del caso y con sus propios fantasmas familiares, la investigación de Amaia es una carrera contrarreloj para dar con un asesino que puede mostrar el rostro más aterrador de una realidad brutal al tiempo que convocar a los seres más inquietantes de las leyendas del Norte.

Rompió a llorar. Las primeras lágrimas brotaron arrasando su rostro, fieros sollozos que desde lo más profundo de su alma debilitaban su cuerpo haciéndole perder el equilibrio. Se abrazó a un árbol como un druida enloquecido, como quizá lo hicieron sus antepasados, y lloró contra la corteza mojando con sus lágrimas el árbol. Vencida, se escurrió hasta quedar sentada en el suelo sin soltarse de su abrazo. El llanto fue cediendo y se quedó así, desolada, sintiendo que su alma era una casa en el acantilado, en la que unos dueños despreocupados habían dejado puertas y ventanas abiertas a la tormenta, y ahora una furia impía estaba barriendo su interior, arrasándolo por completo...
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Sabía lo que tenía que decir, intuía lo que debía callar, porque mientras se amaban de esta manera caliente y líquida en que las bocas no daban abasto, en que las manos no llegaban, en que las palabras salían roncas y entrecortadas, una vorágine de sentimientos, pasiones e instintos se desataban en su interior, arrastrando como un maremoto la cordura y la razón hasta límites que la asustaban y la atraían a la vez como un abismo que escondía todo lo que no debe ser dicho, los deseos más tortuosos, los celos apasionados, los instintos salvajes, la desesperación y ese dolor inhumano que percibía fugazmente antes de alcanzar el placer, y que era el corazón de Dios, o la puerta del infierno.