Un día, volviendo del colegio, arroja una canica desde un puente y ocasiona un accidente de tráfico que acaba con la vida de toda una familia. Sólo se salva Irene, una chica de su edad, que queda tullida. A partir de ese momento, la culpa va cobrando forma en su mente y el protagonista halla en este hecho delictivo (convertido en su gran secreto) y en su obsesión y su amor por Irene la única salida a un entorno familiar que se desmorona mientras sus padres se divorcian.
Con su peculiar estilo y humor personalísimo, Juan José Millás nos presenta en esta novela un retrato de los años de adolescencia, una época de tránsito hacia la edad adulta. Entre la osadía y la fragilidad, el protagonista cuenta todo aquello que no se ha atrevido a confesar hasta ahora.
Los discos empezaron a significar en su vida lo que en otro tiempo habían significado los libros, e intuí que en el mundo de los libros, comparado con el de los discos, había algo hondamente siniestro, algo, cómo diría, profundamente cardenalicio, oscuramente académico, siniestramente togado. Pero yo necesitaba vincularme a ese mundo, aunque solo en calidad de escritor.
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Así las cosas, yo pasé a ocupar en su vida un lugar secundario. Como seguía leyendo su pensamiento (ella, en cambio, perdió con la dicha la capacidad de leer el mío), me di cuenta de que, en la medida en que no me había convertido en un psicópata, la había decepcionado (para bien). Finalmente, era un chico normal, con las ventajas e inconvenientes de cualquier chico normal de mi edad.
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