miércoles, 24 de septiembre de 2014

La Maternidad y el encuentro con la propia sombra / Laura Gutman

GUTMAN, L. La Maternidad y el encuentro con la propia sombra. Barcelona: Integral, 2006.
Este es un libro escrito para mujeres, una invitación a hacer un alto en el camino para reflexionar sobre el papel de madre, con sus luces y sombras emergiendo en forma de volcanes emocionales.
Muchos aspectos ocultos de la psique femenina se desvelan con la presencia de los hijos. Si estás dispuesta a vivirlo y encuentras ayuda y sostén para enfrentarte a ello, pueden ser momentos de revelación y de experiencias místicas. También es la oportunidad para cuestionar las ideas preconcebidas y los prejuicios que existen sobre la maternidad, la crianza de los niños, la educación y las formas de crear vínculos con los hijos.
Habla de manera sincera sobre temas que hasta ahora parecían indefinibles: los estados alterados de conciencia de los meses posteriores al parto, los campos emocionales que desarrollamos al relacionarnos con el bebé, la locura permanente de no reconocerse a una misma... Su objetivo es crear un espacio sincero de encuentro entre mujeres y facilitar el intercambio, la comunicación y la solidaridad.

Todas las madres tenemos motivos presentes o pasados para llorar, para enfadarnos, para sentirnos perdidas o desdichadas. No hay alternativa. El encuentro con nuestras partes ocultas se realizará, pero es nuestra la decisión de hacerlo con apertura de espíritu o con toda la potencia de nuestra negación.
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"niños que no tienen límites", pero luego resulta que pasan todo el día en una guardería muy exigente donde no se sienten a gusto, lloran cada mañana y, cuando vuelven a su casa, se encuentran con padres agotados por el trabajo y las preocupaciones. Según las posibilidades de cada familia, es necesario tener en cuenta qué le pasa al niño y facilitarles la vida si eso está a nuestro alcance. Somos demasiados rápidos para negarles lo que sea, sin detenernos a pensar por qué necesita lo que necesita.
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La integridad emocional se construye en la infancia. El cansancio extremo es destructivo para el campo afectivo de los niños. Merecen que nos preguntemos qué mundo afectivo queremos para ellos.
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El acercamientos a la verdad personal necesita un recorrido sostenido por la genuina intención de conocernos más, hacernos cargo de nuestra vida, de nuestras elecciones y destino. La verdad siempre va precedida de la palabra "yo". Porque la verdad es personal, responde a lo que me pasa, lo que siento, lo que deseo. No es una opinión, ni está supeditada a lo correcto o incorrecto. [...] La búsqueda de la verdad necesita ayuda. Creo que es la esencia de cualquier emprendimiento terapéutico u otro acercamiento al campo espiritual de cada uno. 
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... los adultos solemos decidir qué situaciones es conveniente aclarar con los niños y cuáles no les incumben. En mi experiencia profesional constato cada vez con mayor claridad que no hay situaciones del mundo emocional de los mayores que no competan a los niños. Están emocionalmente involucradísimos, aunque nos hagamos los distraídos.
Y en este punto nos encontramos con dos problemas: cómo reconocer lo que nos pasa; y cómo hablar con los niños sobre lo que nos pasa (de verdad)
El primer problema es el más difícil, porque requiere el máximo de conciencia y de conocimiento de sí mismo. Se supone que de eso se trata el trabajo de todo profesional que realice una asistencia terapéutica: acompañar y favorecer la interrogación profunda de cada persona, velando para que siempre se cuestione a sí mismo y no a los demás; y conectándose con la verdad más profunda de su corazón, la reconozca, la acepte y sea capaz de nombrarla con palabra.[...] Y la verdad no es bonita ni fea, simplemente es [...] Cuando valoramos ciertas situaciones como "negativas" o "dolorosas", los adultos no soportamos nombrarlas. Al no contemplar nuestro corazón, no logramos respetas nuestras limitaciones y nos engañamos llenando el vacío del alma con medicinas equivocadas.
Entonces, no es posible hablar "con la verdad" a los niños si no somos capaces de hablar con nosotros mismos. Y para ello es indispensable conectarse con la criatura íntima y única que vive en nuestro interior. Ser lo que somos.
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Solemos determinar que un niño no tiene límites cuando "pide" de manera desmedida o cuando su movimiento constante nos distrae y nos reclama atención. Sin embargo, antes de juzgarlos o rotularlos en su comportamiento, tratemos de ponernos en su lugar, de imaginarnos en su cuerpo y en su confusión, en la imposibilidad de comunicar lo que genuinamente necesita. [...]
El tema de los límites -como se lo entiende vulgarmente- es un problema falso, ya que no se refiere a la autoridad o la firmeza con que decimos no. Al contrario, tiene que ver con acordar entre el deseo de uno y el deseo del otro, con sentido lógico para ambos. Y para ello se necesita capacidad de escucha, una cierta dosis de generosidad, reconocimiento de las propias necesidades y, luego la comunicación verbal que legitima y establece lo que estamos en condiciones de respetar sobre el acuerdo pactado.
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Los adultos partimos del preconcepto de que un niño necesariamente va a estar celoso del hermano que nace. Entonces, cualquier actitud, molestia, tristeza o conducta va a desembocar en la interpretación esperable de los celos. Sin embargo, se aprende a estar celoso (a restar) o se aprende a amar (a sumar) según los modelos de comunicación. [...]
Antes de especular sobre los niños, es necesario revisar y reconocer los propios sentimientos ambivalentes que genera el nacimiento de otro hijo [...] "El corazón de las madres se multiplica con cada hijo que nace"(Françoise Dolto). [...]
A veces, la sensación de placer está unida con el miedo, la alegría a la preocupación, etcétera. Estos sentimientos contradictorios son legítimos. El problema radica en que tendemos a reconocer en nosotros mismos sólo los aspectos positivos de ellos, endosando a nuestros hijos mayores los negativos. [...]
Comprendiendo que se trata de un funcionamiento familiar, sería más saludable que todos nos hiciéramos cargo de la parte de alegría y de la parte de frustración que le toca a cada uno con el nacimiento de un nuevo miembro de la familia. Porque todos tenemos derecho a sentir lo que sentimos: las madres también tenemos rabia o desamparo aun en los momentos que juzgamos más felices. Sólo así podremos permitir que nuestros hijos mayores estallen de alegría aun cuando esperamos de ellos lo contrario.
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martes, 16 de septiembre de 2014

El increíble viaje del faquir que se quedó atrapado en un armario de Ikea / Romain Puértolas

el increible viaje del faquir que se quedo atrapado en un armario de ikea-romain puertolas-9788425351969PUERTOLAS, R. El increíble viaje del faquir que se quedó atrapado en un armario de Ikea. Barcelona: Grijalbo, 2014.

Una historia divertida y con más burbujas que la Coca-Cola, pero que también es el reflejo de una dura realidad: la lucha de los inmigrantes ilegales en su camino hacia la libertad. Una fábula de nuestro tiempo, un viaje iniciático por el corazón humano, una sátira desternillante con una sutil moraleja. Una historia con final feliz. Una historia que te hará sentir bien.

Pero, como en sus trucos de magia, todo era falso. El libro que acababa de coger al azar de la librería Billy solo era una vulgar caja de cartón adornada con una portada. El televisor del salón tenía tantos componentes electrónicos como una pecera, y del grifo de la bañera nunca caería una sola gota de agua caliente (ni siquiera fría)
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Ojeó el artículo de la primera página. El presidente francés se llamaba Hollande. ¡Qué cosa más rara! ¿Acaso el presidente de Holanda se llamaba France? Estos europeos eran muy extraños.
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Sentir el corazón que late fuerte en el pecho cada vez que el camión frena, cada vez que se para. El miedo a ser descubierto por la policía, acurrucado detrás de un cartón, el culo en el polvo en medio de decenas de cajas de verduras. Una humillación. Porque hasta los inmigrantes ilegales tenían honor. Despojados de sus bienes, sus pasaportes, de su identidad, quizá era la última cosa que les quedaba, el honor. Esa era la razón por la que viajaban solos, sin mujeres ni hijos. Para que nunca los vieran así. Para que se les recordara grandes y fuertes. Siempre.
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En aquel tiempo casi no comíamos. No teníamos dinero. Vivíamos como neerladeses; no, como neandertales (siempre confundo estas dos palabras).