jueves, 28 de febrero de 2013

La vida imaginaria / Mara Torres

la vida imaginaria (ebook)-mara torres-9788408041320TORRES, M. La vida imaginaria. Barcelona: Planeta, 2012

¿Qué pasa por tu cabeza cuando la persona a la que quieres se va? ¿Qué haces con tu vida cuando tienes que pensarla otra vez? ¿Te la inventas? El mundo de Nata se llena de preguntas cuando Beto la deja. Pero el tiempo no se detiene, y los episodios que Nata cuenta de su propia historia la van llevando hacia un lugar donde todo vuelve a ser posible. Novedosa y contemporánea, esta novela tiene el nervio de un relato confesional, divertido y emocionante. Pero, por encima de todo, descubre a Fortunata Fortuna, un personaje fascinante que ha venido al mundo de la ficción para quedarse.

Un día te darás cuenta de que aburrirse con alguien al lado también es bonito
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Antes de salir de casa he batido un poco de detergente con agua y me he hecho una pompa de jabón para ir a currar. Me he metido dentro, he puesto la canción de Mauro, he volado por encima de todos los edificios, he atravesado el paseo de la Castellana y, como iba bien de tiempo, me he desviado para volar un rato por el Jardín Botánico. Nada es comparable a la panorámica que te da del mundo una pompa de jabón.
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La diferencia es que sabes que alguien te quiere no porque te lo diga, sino porque te lo hace sentir.
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Qué pereza de vida. Seguro que hace unos meses no pensó que podía pasar esto, cuando creía que lo tenía todo: una pareja estable para que lo acompañara en el viaje cotidiano y una pareja eventual para que lo acompañara en el viaje emocionante. Alguien con quien convivir y alguien con quien soñar: alguien con quien tumbarse en el sofá los domingos por la tarde y alguien con quien cenar en una mesa escondida de un restaurante romántico; alguien para ir una quincena al pueblo con lo niños y alguien para escaparse un fin de semana a un superhotelazo con jacuzzi. Me pido lo segundo.


miércoles, 27 de febrero de 2013

Si tu me dices ven lo dejo todo... pero dime ven / Albert Espinosa

ESPINOSA, A. Si tu me dices ven lo dejo todo... pero dime ven. Barcelona: Random House Mondadori, 2011

Dani se dedica a buscar niños desaparecidos. En el mismo instante en que su pareja hace las maletas para abandonarle, recibe la llamada de teléfono de un padre que, desesperado, le pide ayuda.
El caso le conducirá a Capri, lugar en el que aflorarán recuerdos de su niñez y de los dos personajes que marcaron su vida: el señor Martin y George. El reencuentro con el pasado llevará a Dani a reflexionar sobre su vida, sobre la historia de amor con su pareja y sobre las cosas que realmente importan.

Lo mejor de recordar es que puedes regresar cuando lo deseas, nadie te puede robar o impedir eso.
Quizá lo que más me impacta es que, siempre que vuelves, el recuerdo es diferente.
Y si el recuerdo es diferente, uno lo acaba siendo también, porque ahí están tus raíces y si tus raíces cambian, también cambiará tu tronco. 
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No me había percatado que al subir tantas cuestas nos habíamos situado en una elevación privilegiada.
A veces, en la vida pasa lo mismo: la dificultad de la pendiente te hace olvidar que no paras de progresar y subir.
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Desconocía que hubiera un ala de muy graves en la UVI. Pensaba que estar en la UVI ya era gravísimo. Dudé si también habría un ala únicamente de tremendamente graves...
Luego, la vida me ha recordado en numerosas ocasiones que siempre hay un peldaño inferior al inferior y también uno superior al superior.
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[...] recuerda algo tan sencillo como que querer es siempre más valioso que que te quieran. Querer mueve y detiene mundos. Que te quieran si tú no quieres, te acaba aletargando.
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viernes, 22 de febrero de 2013

La vendedora de huevos / Linda D. Cirino

CIRINO, Linda D. La vendedora de huevos. Barcelona: Nabla Ediciones, 2008

Eva es una campesina que vive en la Alemania nazi. Su vida da un giro radical cuando decide dar cobijo en su granja a un joven estudiante judío y a una misteriosa niña. Mientras, su marido es obligado a alistarse en el ejército y sus hijos hipnotizados por el movimiento de las Juventudes Hitlerianas. Escrito con una tensión dramática palpable entre líneas, La vendedora de huevos es una historia memorable y tierna en la que Eva va tomando conciencia del momento político que le ha tocado vivir.



- Nathanael, me alegra de que fueras lo suficientemente inteligente como para escaparte del campo ¿Te estás castigando a ti mismo por lo del guardia? ¿Había otro modo de hacerlo? ¿No te hubiera hecho él lo mismo sin el menor remordimiento? Claro que lo hubiera hecho. Estás decepcionado contigo mismo, cuando deberías sentirte orgulloso.
- Vemos las cosas desde prismas opuestos. Cuando el guardia me miraba, sólo veía en mí el equivalente a un perro, mientras que yo le miraba y veía a un igual. En ese momento, yo era el único que tenía un problema.

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- Mamá, debes hacer lo que te digan o te pondrás en contra del Estado. Sabes que ellos saben mejor que nadie qué es lo mejor para todos. Sólo pensar que puedes decidir por ti misma qué dar de comer a las gallinas ya es una traición. - Noté, por el tono de su voz, como si alguien hubiera encendido un interruptor y hubiera empezado a recitar en lugar de hablar conmigo. Detrás de sus palabras, percibía un antagonista, no un aliado. Decidí terminar con la discusión.

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Por fin pudo dar a alguien que parecía necesitarla, al menos en aquel momento, más de lo que ella necesitaba a cambio.

sábado, 9 de febrero de 2013

Mejor Manolo / Elvira Lindo

LINDO, E. Mejor Manolo. Barcelona: Seix Barral, 2012

El célebre Manolito Gafotas regresa con un nuevo episodio de la serie galardonada con el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil. El mundo ha cambiado en estos diez años, Manolito ha crecido. Por sus páginas desfilan todos los personajes que han dado color a la colección: su madre Cata, su padre Manolo, el abuelo Nicolás, su hermano menor, conocido como «el Imbécil» y destronado por la nueva hermanita, «la Chirli», la sita Asunción, el Orejones, el chulito Yihad…La inimitable mirada de Manolito Gafotas ilumina nuestra realidad (la del mundo mundial) con la agudeza y la frescura de siempre.

Nosotros no sabíamos quién era Chirli Temple, pero el Inbécil, que con sólo siete años se había convertido ya en un experto informático, la buscó en Internet y todos vimos las fotos de una niña antigua, te hablo de cuando el pasado era todavía en blanco y negro.

... Y la tía se defendió diciendo que si había dejado de escribirlos era porque estaba harta de la repercusión y que había directores de colegio y profesores que decían que yo no era un niño pedagógico y también contó que había unos países en los que les parecía que había que prohibir un libro con una madre que diera collejas y otros países en los que les parecía supermal que el Imbécil y yo le diéramos a la Boni de comulgar chocolate porque decían que maltratábamos a una perra anciana. [...] Mi madre se quedó pálida como una puerta, porque no podía imaginarse que sus collejas fueran famosas más allá de nuestras fronteras, y yo me quedé más pálido todavía, porque yo siempre había pensado que si le daba un trocillo de chocolate a la Boni (quitándomelo de mi propia alimentación) estaba haciendo el bien. Pues no, era un maltratador en toda regla. Como mi madre.

miércoles, 6 de febrero de 2013

El lenguaje de las flores / Vanessa Diffenbaugh

DIFFENBAUGH, V. El lenguaje de las flores. Barcelona: Salamandra, 2012

Inspirándose en el sofisticado código que la sociedad victoriana utilizaba para expresar sentimientos por medio de las flores, Vanessa Diffenbaugh narra el viaje emocional de una joven californiana que, marcada por una dolorosa historia personal, encuentra en este peculiar lenguaje el medio para recuperar su capacidad de confiar y amar a sus semejantes. Recibida con entusiasmo por la crítica y los lectores —en Italia se han vendido más de 400 mil ejemplares—, la novela se publicará en treinta y seis idiomas.

A los dieciocho años, tras una vida entrando y saliendo de numerosos hogares de acogida y pisos tutelados, Victoria Jones está obligada a emanciparse por ley. Se ha convertido en una joven introvertida y arisca, y sólo en su pasión por las flores se vislumbra un camino de salvación. Finalmente, tras encontrar trabajo en una floristería, se cruza con un joven a quien conoció diez años antes, durante la época en que vivió en casa de Elizabeth, una madre de acogida que le enseñó el lenguaje de las flores. El misterioso joven conoce un secreto que atormenta a Victoria, aunque sólo ella puede arreglar cuentas con el pasado. Así, Victoria, que es capaz de expresar los sentimientos de los clientes con hermosos ramos, deberá aprender a interpretar sus propias emociones, la única manera de deshacerse del enorme peso que arrastra desde niña y que le impide encontrar la felicidad.

Noté cómo sus manos rodeaban los extremos de los tallos; sus dedos, que rozaron los míos, tenían la temperatura del cielo a primera hora de una mañana de noviembre. Sentí el fugaz deseo de calentarlos...

Bethany abrió los brazos y me dejé abrazar. Mi abultado vientre era como una pelota entre ambas. Ella miró hacia abajo, dio un gritito de asombro y me puso las manos en el vientre. Me pregunté cuántas veces tendría que soportar aquello en los meses siguientes, por parte de conocidos y desconocidos que me encontrara por la calle. Por lo visto, el embarazo anulaba las tácitas reglas sociales relativas al respeto del espacio personal. Era algo que me resultaba casi tan desagradable como la sensación de tener un ser humano creciendo en mi seno.

Renata me miró a los ojos y yo se lo permití. Confiaba en que viera mi añoranza, mi soledad y mi desesperación. Separarme de mi hija ya era bastante duro, y lo sería mucho más si Renata me lo recordaba continuamente. Tenía que entender que mi única posibilidad de sobrevivir a mi decisión era intentar olvidarlo todo.

Poco a poco su ausencia en el apartamento se volvió casi física y perceptible, sacudía los plásticos del invernadero o se filtraba como la luz por la rendija de la puerta de la habitación azul. En el repiqueteo de la lluvia en el tejado plano me parecía oír las voraces succiones de mi hija. Cada veintinueve días, un rectángulo de luz de luna se desplazaba lentamente por el sofá donde habíamos pasado la última noche juntas y todos los meses yo esperaba que la luna me la devolviera. Pero la luna iluminaba mi soledad y yo, sentada en su débil resplandor, la recordaba como había sido e imaginaba cómo se habría vuelto.