viernes, 10 de febrero de 2012

La historia del Señor Sommer / Patrick Süskind

SÜSKIND, Patrick. La historia del Señor Sommer.- Barcelona: Circulo de Lectores, 1992

"Probablemente, yo no hubiera aprendido a montar en bicicleta de no haber sido absultamente necesario", recuerda Süskind como también rememora, con tierna ironia, el mundo fantástico de la niñez en donde la imaginación de un niño convierte en aventura los acontecimientos diarios, entre los que destacan los encuentros con el excéntrico señor Sommer.

Eran unos sueños muy bonito, no voy a quejame; pero no eran más que sueños y, como todos los sueños, no te llenaban. Yo lo hubiera dado todo por tener a mi lado de verdad a Carolina una sola vez y soplarle en la nuca o en algún otro sitio... Desgraciadamente, esto era imposible, porque, como la mayoría de los niños del colegio, Carolina vivía en Obernsee y yo era el único que vivía en Unternsee. Nuestros caminos se separaban casi en la misma puerta del colegio e iban alejándose uno del otro por la ladera de la montaña entre los prados y hacia el bosque, y antes de entrar en el bosque ya estaban tan lejos que yo ya no deistinguía a Carolina en el grupo de niños. Sólo podía oír su risa, a veces, cuando soplaba el viento del sur, aquella risa ronca llegaba muy lejos sobre los campos y me acompañaba hasta casa. Pero, ¿cuándo había viento del sur en nuestra región?
***
Lo que me enfurecía, lo que me hacía temblar de rabia, no era la bronca de la señorita Funkel, ni las amenazas de paliza y castigo. No era miedo. Era el desolador descubrimiento de que el mundo era un asco, de que todo era maldad e injusticia. Y la culpa la tenían los demás. Todos los demás. Sin excepción. Empezando por mi madre [...] y terminando por el Buen Dios, sí, hasta el llamado Buen Dios que, para una vez que lo necesitabas y le pedías ayuda, no se le ocurría nada mejor que guardar un silencio cobarde y dar curso libre al injusto destino.

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